Capítulo VII. Sobre
el comercio exterior, 98-113pp. Capítulo VIII. Sobre los impuestos. Capítulo
IX. Impuesto sobre los productos primos. Capítulo X. Impuesto sobre la renta
de la tierra. Capítulo XI. Diezmos. Capítulo XII. Impuesto predial. Capítulo
XIII. Impuesto sobre el oro. Capítulo XIV. Impuesto sobre las viviendas.
Capítulo XV. Impuesto sobre las utilidades. Capítulo XVI. Impuesto sobre los
salarios. Capítulo XVII. Impuestos sobre los artículos distintos del producto
primo. Capítulo XVIII. Impuestos pagados por el productor. 114-284
En
el tema del comercio exterior (capítulo
VII) el autor enfatiza que ninguna extensión del comercio aumenta el valor
que posee un país, argumento de demuestra. Además sostiene que la demanda de
productos nacionales e importados, en lo
que se refiere a valor, está confinada al ingreso y el capital del país, y
cuando uno crece el otro debe disminuir. En éste capítulo encontramos una de
sus grandes aportaciones referentes a las ventajas comparativas, cuando habla
de que las naciones deben especializarse en la producción de los bienes que les
sea más favorable producir.
La conclusión de la
teoría de la ventaja comparativa es que dos países cuyas productividades
relativas del trabajo difieren en las industrias existentes, tenderán a
especializarse en la producción de una determinada industria. Una manera de
comprender por qué es beneficiosa la especialización es entenderla como una vía
indirecta de producción.
Una
aseveración que también es importante es la que hace el autor con respecto a
que la tasa de utilidades no puede incrementarse a menos que se reduzcan los
salarios (reales) , y que esta reducción de los salarios implica entonces, que
disminuya el precio de los productos necesarios en que se eroga el salario;
bajo este argumento es que Ricardo, posiciona al comercio exterior como
benéfico y toca también el tema del oro y la plata , que como medios de circulación
e intercambio de las mercancías se encuentran distribuidos en la misma forma
que guarda el flujo de éstas últimas, por lo que la disminución de dinero en un
país y su acumulación en otro influyen sobre el pecio de las mercancías en
general, así el dinero está distribuido en cada nación en las cantidades necesarias para regular el
lucrativo comercio de trueque y una
redistribución de los metales preciosos a nivel mundial se lleva a cabo como
consecuencia de una innovación tecnológica en la producción de los bienes
exportados, ya que aumentaría la cantidad de producto y aumenta la inflación en
el país exportador, porque la baja en precio por unidad implica una baja en el
valor del dinero, y por lo tanto aumentan los salarios.
Para
que se dé un ajuste en el nivel de los precios, necesaria a causa de un
desequilibrio provocado por las subvenciones o impuestos ya sea en
exportaciones o importaciones se lleva a cabo a través de la exportación e importación
de dinero, lo que explica la diferencia del valor del dinero de un país a otro
ya que en los países industrializados a pesar de que el precio del bien se
abarata, el precio es mayor. El valor del dinero, nunca es igual en diferentes
países, a causa de la tributación al interior de los países, la competitividad
(desarrollo de la industria) del país y otras causas. Sin embargo los salarios
en términos reales pueden ser idénticos. Por lo que Ricardo considera,
finalmente que los impuestos al comercio exterior además de crear
desequilibrios monetarios limitan el desarrollo óptimo del comercio del país en
que se fijan. Todo ello en el contexto del uso del patrón oro.
El
capítulo entonces, me remite al uso actual del PPP o Purchasing power parity que es una técnica
utilizada para determinar el valor relativo de las monedas y es también la
estimación de la cantidad de ajuste necesario en el tipo de cambio entre los
países para que el intercambio sea equivalente a (o la altura de) el poder
adquisitivo de cada moneda. En donde se devela cuánto dinero sería necesario para
comprar los mismos bienes y servicios en los dos países y se utiliza para
calcular la tasa implícita de divisas. Con esa tasa de PPP, una cantidad de
dinero por lo tanto tiene el mismo poder adquisitivo en los distintos países.
Por
otro lado, Ricardo comienza el capítulo
VIII especificando qué son los impuestos y los define como una porción del producto de la tierra y de
la mano de obra de un país puestos a disposición del gobierno por lo que su
origen se encuentra en el capital o en el ingreso del país, y nos recuerda
la definición de capital fijo y variable cuya diferencia esencial es su
duración en el tiempo. Delinea también el hecho de que lo que él considera
capital y su magnitud están estrechamente relacionados con el aumento o
disminución de la producción en medida que ésta satisface la demanda.
Un
hecho innegable es que los impuestos disminuyen la capacidad de acumulación y
Ricardo explica cómo en última estancia afectan al capital toda vez que los
individuos desean mantener su status de consumo a pesar de los impuestos sobre
su ingreso, de manera que recurren a los fondos que normalmente ahorrarían.
Hace por lo tanto la observación de que esto es perjudicial para el país porque
merma el capital global, disminuyen los
fondos destinados al sostenimiento de mano de obra y por lo tanto la
producción futura también.
Por
lo anterior, en el capítulo IX el
autor explica que un impuesto sobre productos primos necesariamente afecta al
consumidor ya que el productor incrementa el precio de éste en la medida del
impuesto para seguir obteniendo utilidades; al tiempo que, en la medida en que
dicho producto primo se incorpore a diversos procesos productivos, afectará;
aunque no en la misma proporción del impuesto, el precio de los bienes finales
de que forma parte; Ricardo explica que no es sólo un impuesto lo que puede
elevar el precio de las mercancías sino también una oferta deficiente, una
demanda creciente y una baja en el valor del dinero; así hace una crítica al
procedimiento de regulación de los salarios a través del precio de de los
alimentos que sólo lleva al aumento del precio de los mismos, además explica
que cuando el aumento de los precios en alimentos se debe a un incremento en la
demanda ello implica que le ha precedido un aumento en los salarios, lo explica
dicho fenómeno. En el caso de la baja del valor del dinero, Ricardo enfatiza
que se debe a un exceso de metales
preciosos y al abuso de los privilegios de los bancos, con lo que reafirma lo
que sostiene la teoría cuantitativa del dinero actualmente, que el hecho de que
se aumente la cantidad de monedas en circulación y que esto no tenga un
respaldo real, en términos de la producción, genera inflación. Termina
explicando que el impuesto sobre alguna materia prima, sólo por muy corto tiempo
detendría la exportación de un bien pero que no afectaría su ventaja
comparativa en los mercados extranjeros.
Con
respecto a los impuestos sobre la renta de la tierra (Capítulo X), el autor sostiene que el impuesto sobre la renta sólo
recae sobre la misma y por lo tanto sobre el terrateniente y nada más; porque
el aumento del impuesto no está relacionado con el aumento de la productividad
de la tierra, así que lo considera desalentador del cultivo ya que disminuye
sus utilidades; a menos de que aumente el precio de las materias primas.
Referente
a los diezmos (Capítulo XI), Ricardo
dice que éstos son un impuesto sobre el producto bruto de la tierra y que
inciden directamente sobre el consumidor igual que los impuestos sobre materias
primas, con la diferencia de que uno es variable y otro es fijo. Si el precio
de los cereales aumentara, los impuestos lo harían de la misma forma
volviéndose una carga muy pesada y en el caso contrario, a consecuencia de
adelantos en la agricultura el precio de los cereales disminuyera los impuestos
lo harían en la misma forma, ya que serían proporcionalmente menores. Los diezmos
son considerados perjudiciales para los terratenientes ya que gravan el cultivo
nacional de cereales, sin evitar la importación de cereales; así que actúan
como un subsidio a la exportación por lo que Ricardo aboga por la aplicación de
un impuesto equivalente a las importaciones de grano para que el intercambio
sea equitativo.
Al
hablar sobre el impuesto predial (Capítulo
XII), David Ricardo, considera que
debe estar proporcionado a la calidad de la tierra y a la abundancia de su
producción. Contrario a lo que dice Smith, Ricardo explica que los impuestos
sobre la renta o sobre el predial no son desiguales porque se compensan con el
alza de los productos primos que le sigue
ala subida del impuesto. Y que es de las utilidades del capital e donde
deriva esa Proción de impuesto y que por lo tanto no afecta a los
terratenientes; entonces tenemos que dichos impuestos si son pagados por los
colonos o granjeros y no por el terrateniente. Esa es otra diferencia con el
diezmo, que sí se traslada al consumidor. Y considera que si un impuesto
predial gravara por la misma suma de dinero toda la tierra de cultivo sin tomar
en cuenta las diferencias de fertilidad entre ellas sería sumamente desigual y
perjudicial.
En
caso de los impuestos sobre el oro (Capítulo
XIII) Ricardo explica que éstos son de dos clases: en una se grava la cantidad
real de oro en circulación y en la otra la cantidad que anualmente producen las
minas; ambas apreciaciones reducen la cantidad del oro y aprecian su valor. Y
derivan en al disminución de la renta de los tenedores de dinero es decir en
una baja del valor del dinero. Aquí observamos el fenómeno de la inflación y la
liquidez ya que el oro no puede reducirse rápidamente en cantidad como es el
caso de la producción de bienes primarios,
De
los impuestos sobre viviendas (Capítulo
XIV) nos dice que cualquier impuesto sobre ellos incidirá sobre el
propietario al igual que en el caso del oro; ya que gravan al ocupante pero se
disminuye la renta del propietario. Menciona la peculiaridad de las rentas más
elevadas en las ciudades y en términos generales concuerda con Smith en que el
impuesto lo absorben tanto el dueño de las tierras como el ocupante. Aunque
desde aquí deja clara su opinión de que los impuestos deben gravar a todos y no
sólo a un sector en particular, parece entonces defender a los propietarios de
tierras que dice, han gastado sus ahorros en la compra de tierras.
Continúa
con esa apreciación al tocar el tema de los Impuestos sobre las utilidades (Capítulo XV), y recuerda que lo que
aumenta el precio de la mano de obra disminuye necesariamente las utilidades,
por lo que infiere que ya ha sido gravado de manera indirecta; aunque no proporcional,
el empresario a través de los impuestos antes mencionados como el que recae
sobre las materias primas. Así pasa lo mismo, que éste se traslada al
consumidor, pues de lo contrario no sería rentable la inversión de capital en
el negocio. Ricardo considera, que si
después del impuesto, los precios del cereal y de cualquier otro artículo
siguieran siendo como antes, la renta monetaria, lo mismo que la renta en
cereal, se mantendría sin alteración; pero si el precio del cereal y de
cualquier artículo, aumentara a consecuencia del impuesto, la renta monetaria
se elevaría también.
Aquí
hace la misma consideración que menciona en el caso del impuesto predial,
relativo a que debe ser proporcional a la utilidad obtenida. Ricardo revela que
los avances en tecnología en los procesos productivos, eleva el valor relativo
del dinero y estimula su importación. Caso contrario de los impuestos, que
reducen el valor del dinero y estimulan
su exportación.
En
capítulo XVI sobre los impuestos
sobre salarios, nos dice – al igual que Smith- que éstos aumentan los salarios
y por lo tanto disminuyen las utilidades del capital. Sólo que a diferencia del
impuesto sobre artículos necesarios, que incrementaría los salarion; en el caso
de un gravamen sobre los salarios no se presenta el aumento del precio de los
productos básicos. Por lo que nuevamente el alza en los salarios de la mano de
obra recae nuevamente en el dueño del suelo, o así parece en un principio; porque los colonos (en el caso del sector
agrícola) se verían obligados a adelantar dicha cantidad, ello mermaría su
ingreso disponible para la renta y por lo tanto al final afecta el ingreso del
terrateniente. En consecuencia el aumento de los salarios implicaría a largo
plazo una reducción de la renta de la tierra y un alza considerable del precio
de los productos manufacturados, como causa de los salarios adicionales que los
fabricantes harían a sus empleados, lo cual recaería en los consumidores,
haciendo menos que proporcional al impuesto el alza del salario. Sin embargo
Ricardo advierte que no es así necesariamente y afirma que un impuesto sobre
los salarios afecta las utilidades del capital y no la renta de la tierra como
sostiene Smith, ya que no tiene elementos el industrial para subir el precio de
las mercancías por lo que absorbe él este pago.
Capítulo XVII
Aquí
se trata el tema de los impuestos sobre artículos distintos del producto primo.
Además toca el tema de la deuda pública y hace referencia a que ningún plan de
amortización es suficiente mientras no sea menor el gasto público sobre el
ingreso y que de esta manera sea el excedente el pague la deuda. En términos
generales la conclusión es que igual que en otros productos, el precio del bien
aumenta y entonces el impuesto es trasladado al consumidor.
Finalizamos
éste análisis con la lectura del capítulo
XVIII en donde Ricardo abarca el
tema de los impuestos de pobres, aquí el autor nos recuerda las conclusiones a
que se ha llegado en los anteriores capítulos tales como: que el impuesto sobre
las materia primas y sobre las utilidades del granjero recaen en los
consumidores, y que un impuesto sobre la renta incide sobre el terrateniente y
no sobre el arrendatario. Después nos explica qué es un impuesto de pobres, que
consiste en un gravamen con peso especial sobre el granjero proporcionalmente a
su renta y al industrial de la misma forma. Y reconoce que en la época en la
que escribe, el impuesto sobre el granjero es mayor que sobre el fabricante.
Conclusiones
Ricardo
analiza las afirmaciones de Smith, refutando algunas de ellas. Destaca que la capacidad para pagar los impuestos, no depende del valor
total en dinero de la masa de mercancías, ni del valor en dinero de los
ingresos netos de los capitalistas y terratenientes, sino del valor en dinero
de los ingresos de cada individuo, comparados con el valor en dinero de las
mercancías que consume habitualmente, para ello, se recurre a una serie de
impuestos necesarios para cubrir los gastos del gobierno, entre ellos están:
Los impuestos sobre los productos del suelo, impuestos sobre la renta de la
tierra, diezmos, impuestos sobre la tierra, impuestos sobre el oro, impuestos
sobre edificios, impuestos sobre los beneficios, impuestos sobre los salarios,
impuestos sobre mercancías que no son productos del suelo y los impuestos para
asistencia a los pobres.
Este impuesto de
beneficencia, intentaba a los sectores en condiciones de pobreza, pero para
cumplir su objetivo, el Estado requería de un aumento de la producción, puesto
que como lo manifiesta Ricardo “un incremento de la producción por encima de su
consumo anual, incrementa el capital” (p. 109), y ello causaría un aumento de
los recursos del pueblo y del Estado, ocasionando bienestar social a la
población. Por lo tanto, debiera ser
tarea de los gobiernos que además de la preocupación por una recaudación eficaz
se estimule al sector privado, para que aumente sus capitales y rentas, con la
finalidad de diversificar el aparato productivo, dar incentivos para
incrementar la producción, a través de mejoras en la productividad, para así
generar nuevas fuentes de trabajo, con el objeto de aumentar el consumo, el
ahorro y la inversión, a fin de crear mayores niveles de satisfacción a la
población.
Annel Olivares
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